Javier Hermoso de Mendoza
Javier Hermoso de Mendoza
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Nota: publicado en Diario de Navarra, edición Tierra Estella, el día 22 de septiembre de 2004, como aclaración a la carta "Sobre los perros", firmada por Rosa Pérez, y publicada en el mismo medio el 14/09/04, como respuesta a "Perros", mi anterior escrito.

LOS PERROS COMO DERECHO Y COMO PROBLEMA

Contesta Rosa a mi carta, y me agrada responderle que en gran parte tiene razón; que entre su opinión y la mía yo también aprecio grandes coincidencias; y que lo que pueden parecer discrepancias se deben a las limitaciones inherentes a un breve escrito. Yo no pretendí recoger en él todo lo que a los perros atañe; simplemente, quise manifestar mi discrepancia con aquellos comportamientos que se salen de lo normal, que se están generalizando en exceso, y que, a mi juicio, deberían ser corregidos.

Antes, el perro era un fiel compañero del hombre que, salvo excepciones, tenía una función clara. El pastor, tenía su perro pastor; el invidente, su perro lazarillo; el policía, su perro policía; el cazador, su perro de caza; el que tenía una propiedad que proteger, su perro guardián; y, sin agotar la lista, había personas a las que acompañaba un perrito de raza y tamaño adecuado a ese fin. Todos esos casos, que también se dan ahora, los considero legítimos y aceptables, y nada tengo que decir en su contra: a ellos no iba mi carta, ni a quienes demuestran su civismo recogiendo los excrementos.

Lo que no me parece bien es que para perros de compañía se utilicen animales de razas potencialmente peligrosas; que en pequeños pisos se conviva con perros de grandes dimensiones, los cuales, en ocasiones, pasan la vida en el balcón porque en la vivienda no caben; que no exista ningún tipo de control sobre perros peligrosos, ni una elemental evaluación sobre la capacidad, la estabilidad psíquica o la agresividad de quien los lleva; que los ciudadanos tengamos que sufrir sus excrementos, pasar miedo en más de una ocasión, o padecer numerosas molestias en forma no sólo de ladridos; que...

¡Claro que en la mayoría de los casos el problema se reduce a responsabilidad, civismo y educación! Por eso tiene difícil solución. El día que se publicó mi carta, dos señoras me contaron que, a la salida de los Llanos, vieron cómo un perro que acompañaba a una pareja, defecaba en la hierba y allí quedaba el pastel. A escasos metros, a la entrada del parque, había dos municipales que, aunque parezca extraño, no se enteraron de la deposición. Este hecho nos ofrece las claves del problema: una policía, para la que Los Llanos y otras muchas zonas de la ciudad son "territorio comanche" al que no entra en sus rondas habituales; unos ciudadanos, a los que les importa un rábano la prohibición que regula el uso del parque y el derecho de los vecinos que por el pasean; y una administración, que cree que con la colocación de placas de prohibición ha cumplido. A veces, creo que el problema se solucionará cuando los perros aprendan a leer y demuestren más responsabilidad que la autoridad, y más educación y civismo que sus dueños.

Ahora nuestro Ayto nos anuncia la creación de urinarios para perros. No demuestra mucha imaginación: todo a Los Llanos. Así no se enfrenta a nadie, y aparenta solucionar el problema. Pero este no es el camino, y el problema aumentará hasta hacer de nuestro parque una zona de perros. Además, el hecho de poner urinarios sólo en Los Llanos, ¿significa que todos los perros de Estella deben ir a orinar y defecar al parque? ¿Significa que en los barrios no importa que los perros hagan sus necesidades en la calle o el jardín? Yo creo que para estos animales se deben habilitar zonas en otras partes de la ciudad, dialogando el Ayto con las AAVV para encontrar las más adecuadas. Por señalar algunas, se podrían colocar urinarios caninos en La Chantona, Agua Salada, orilla del río en Valdelobos, Cordeleros, Plaza de Toros, etc. Con imaginación y responsabilidad, no es necesario mandar los perros al quinto pino, y podemos reservar Los Llanos, libre de perros, para paseo y descanso de los ciudadanos.

Respecto a la reflexión que señala. Es cierto que eliminando los excesos que se dan en el trato a los perros no se solucionan los problemas del mundo. Tampoco éstos se solucionan evitando los derroches, la ostentación de riqueza, o la destrucción de alimentos, por poner algún caso. Pero esos comportamientos deberían ofender la dignidad humana en un mundo cada vez más desequilibrado e injusto, y, por tanto, sería higiénico erradicarlos, lo cual ayudaría a crear conciencia y a solucionarlos.

ARRIBA © 2003-2005 Javier Hermoso de Mendoza